Descripción
Desde las selvas chiapanecas hasta las áridas llanuras del norte de Sinaloa, el grupo gobernante de sociedades con vocación imperialista como Teotihuacán, Tula y los mexicas, de ciudades- Estado como Palenque y Xochicalco o de sociedades de jefatura como las desarrolladas en el noroeste de México, hizo uso de los mismos mecanismos ideológicos para mantener el poder: la guerra ritualizada, el sacrificio humano y las fiestas colectivas. En este libro se analizan estos mecanismos desde una nueva perspectiva en virtud de su eficacia social y no únicamente de su eficacia cósmica.
A través de una posición “canettiana” y con datos arqueológicos, históricos e iconográficos, el autor propone que la ideología en el México prehispánico fue el vehículo mediante el cual los poderosos convertían a los gobernados en una masa, “ese instante feliz en que nadie es más ni mejor que otro”. Para ello fueron usadas las inmensas plazas públicas donde se celebraban periódicamente ceremonias colectivas en las que el punto culminante era la ejecución ritual de cautivos y esclavos. Quien ordenaba, presidia y a veces ejecutaba el sacrificio humano era el propio gobernante. EL decidir sobre la vida y la muerte era el sello más grande de su poder; este le permitía mantener el orden del mundo: él mandaba y los demás obedecían.